La gente muchas veces gusta de ir a comer a lugares, que no sean precisamente sus casas, entre estos lugares que la gente suele visitar se encuentran los puestos ambulantes de comidas, supermercados, plazas comerciales, la casa del amigo, y otros cuyos nombres no le daremos la importancia debida, sin embargo desde hace muchos años existen los llamados restaurantes, que por el solo nombre confiere un grado de confianza en los alimentos que aquí se preparan.
Hay muchos restaurantes, sin duda, tan solo tratar de enumerarlos, describirlos o clasificarlos sería una tarea que se llevaría muchos días, tal vez meses y puede que llegue a años; hay muchos en los diversos pueblos, estados y naciones. Pero de todos los restaurantes que existen nos centraremos en uno que tiene una característica especial, o que por lo menos lo hace diferente a todos esos restaurantes a los que se asiste comúnmente.
La ubicación la tiene como cualquier otro negocio, cerca de una calle, éste está en dirección de la misma calle de la iglesia central del municipio de Centla, en Frontera Tabasco. Para tener mayor referencia y sin sentido de publicidad en la misma calle que se encuentra el palacio municipal de dicho municipio.
Para notar cual puede ser la impresión de cualquier persona que llega por primera vez a consumir a este negocio, nos vamos a centrar en tres personas, dos adultos y un joven, que después de andar buscando donde comer se decidieron a entrar a este puesto que les atrajo por lo tranquilo del local y tal vez porque había lugar para sentarse.
Antes de entrar, lo observaron por fuera y tal como cualquiera que pasé por ahí se podría percatar que no es un restaurante muy lujoso, ni atractivo, o como queramos llamarlo, sin embargo al estar situado en el centro de la ciudad le da una buena ubicación. Las altas paredes blancas de este restaurante se ven desgastadas por los años, específicamente por el sol y agua que se han escurrido por ella.
Con ventanas y puertas no parecía un restaurante, sino más bien una casa común y corriente, lo único que hasta ese momento lo avaló como restaurante era un anuncio cerca de la puerta que tenía un caballero con armadura, lanza, montado sobre un caballo que decía en la parte superior “Restaurante” y abajo “El conquistador”. La imagen se veía bien, pero para que el restaurante se llamara el conquistador no era precisamente el mejor nombre para el negocio.
Después de que hubieron leído y espiado por las ventanas se percataron que precisamente sí era un restaurante, cuando hubieron entrado y tomado lugar desconfiaron un poco pues nadie se les acercaba a atenderlos, dentro del comedero parecía más bien que una familia tenía puesta varias mesas para comer.
Veían a todos lados, hasta que se percataron que una mujer que estaba cerca de una mesa los observaba, sobre la mesa había muchos lentes, tal vez más de 50 lentes. Una vez más pensaron que nadie los atendería, la mujer de los lentes se dirigió a la mesa donde estaban estas tres personas de la que hablamos y les dijo las siguientes palabras:
- En un momento les traigo la carta.
Los dos adultos y el joven se quedaron impactados, no sabían si reír o admirarse, y quién no se sorprendería en ver que una persona que tiene una bata, así como las de médico, de repente se te acerque y te diga que te va a traer la carta; los colores clásicos de los meseros son abajo negro, arriba blanco, imagínense que alguien vestido de médico te lleva un plato con sopa, o que alguien vestido de enfermera te lleva un pay de piña , en fin, aunque dicha mujer no era una mesera, en su hábito, trajo la carta tal y como la había anunciado.
Los clientes recibieron la carta y en primera instancia confirmaron que el restaurante en el que se encontraban era un restaurante de mariscos, en segunda instancia pidieron lo que consumirían, la “doble trabajadora”, tomó la orden y la llevó a la cocina, cuando regresó de la cocina dijo las siguientes palabras:
- En 15 minutos tenemos lo que han pedido.
Bueno esas palabras son muy tradicionales en los puestos de comida, dicen 15 minutos y dan los alimentos una hora después, a menos que sea una tienda capitalista, donde si no sirven la orden en el tiempo que dicen la comida sale gratis, pero eso es otro tema.
La mujer de la bata blanca después de haber tomado las órdenes regresó a su mesa, parecía como si nada raro hubiera pasado, ella seguía ocupada con los lentes, los consumidores, seguían perplejos, y uno de ellos comentó:
- Esta señora sí que sabe hacer negocio, tiene un restaurante y además una óptica, cualquiera que venga al restaurante puede solicitar una revisión ocular, y cualquiera que venga por cuestión de sus ojos y que tenga hambre puede comer aquí.
Los otros que escucharon sólo rieron, pues lo que se había dicho era muy cierto. Por mientras esperaban se pusieron a observar el comedero, el mismo que había hablado anteriormente dijo:
- Es una casa antigua.
Los demás asintieron, las paredes tenían unos cuatro metros de alto, las ventanas muy grandes, con portijas de madera labrada, agradables a la vista, los marcos de las puerta y éstas también muy altas, de unos tres metros, las grandes puertas de madera se veían finas, las paredes blancas arcaicas, o dicho de una manera más simple se notaba que las paredes estaban hechas de piedra, no de block a como ahora se conocen.
Era agradable estar observando las características del edificio antiguo de este restaurante, el techo se veía muy lejos, pero no importaba, se veía bien. Tenía las paredes normales, cuatro, y en una de ellas estaban las fotografías de las diecisiete embajadoras de los distintos municipios de Tabasco, bueno hacemos la corrección, sólo habían catorce fotos. Y en su interior el restaurante no llegaba a diez mesas, anotando que en cada mesa se podían sentar cuatro personas.
Hubieron pasado más de 15 minutos cuando la mujer de los lentes pasó en dirección a la cocina, tardó otros minutos allá, y después regresó con una bandeja y sirvió la mesa, los clientes comían y bebían cuando notaron que de una puerta salía una mujer hablando con un hombre que también traía bata, el hombre de la bata cerró la puerta y la mujer se dirigió a la mesa de lentes, ya la que también la hacía de mesera estaba ahí y después de que las dos mujeres hubieron cruzado algunas palabras la mujer de la mesa extendió su mano y entregó unos lentes a la otra mujer, justo en esta acción un hombre grueso de cuerpo llegó y se acercó a la mesa de lentes, saludó a la mujer compradora y en dos minutos estaban sentándose en una mesa para comer.
Lo que el adulto (de los tres que iban juntos) dijo anteriormente con respecto a un buen negocio de tener comida y lentes en un mismo lugar se comprobó en este instante.
Cuando los dos adultos y el joven hubieron terminado de comer y pagado, se dispusieron a salir del lugar, el joven cuando estaba saliendo seguía preguntándose porque habían dos negocios en el mismo lugar y uno de ellos no se anunciaba.
En su trayecto a la salida iba buscando algún indicio de que se hiciera publicidad a la óptica, sus ojos no encontraron nada, pero, cuando hubo cruzado la puerta de entrada y salida miró a sus espaldas y cerca de una de las ventanas había una cartulina verde fluorescente que escrita con letras de marcador negro decía, “Examen de la vista, graduación y venta de lentes a buen precio”, la letra no era bonita pero se podía leer y entender, el joven se rió y comprendió porque habían dos negocios en un mismo lugar, y atendidos hasta en cierta forma por el mismo personal.
Luego pensó que tal vez lo de la oftalmología tenía poco tiempo que lo habían implementado, no lo pudo confirmar, pero pensó como serían los restaurantes si en cada uno de ellos hubiera otro negocio muy distinto a la preparación de alimentos…
En este blog se publicará un texto diferente por lo general los días miércoles, sin embargo si alguien gusta de que se publique un texto de autoría suya será en un día distinto al miércoles, sólo basta que nos pongamos en contacto.
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